Gobiernos, políticos y organismos internacionales cacarean mucho de derechos humanos. El derecho a la vida parece importarle a pocos.
Te invito a leer un grano de arena de esta verdad, prisionera en la agenda de nuestros países.
En uno de mis viajes por Centroamérica, recién inició este año, presencié un documental en bruto, que intenta mostrar la vía crucis que atraviesan miles de migrantes centroamericanos rumbo a Estados Unidos.
La mayoría van preñados de sueños en busca de una mejor vida. Ignoran que sus esperanzas se transformarán en escenas de dolor. Las opciones van desde vender su dignidad y sentido de humanidad, por sobrevivir, hasta la tortura, el secuestro y la muerte.
Mujeres y hombres son asaltados. Las féminas, además de ser despojadas de sus pertenencias, son manoseadas y violadas carnalmente. Quienes no mueren en manos de la delincuencia, lo hacen en las vías del tren. Los más afortunados resultan mutilados.
Llegar a Estados Unidos les toma, a los que sobreviven, unos 60 días, aproximadamente. Hay quienes prefieren cruzar sin riesgos, por ello pagan 10 mil dólares. Desde la frontera de Guatemala hasta Estados Unidos hay 4 mil kilómetros de recorrido.
Algunos confían sus vidas a los denominados “coyotes”, quienes supuestamente deben ayudarles a realizar el recorrido. Desconocen que muchos de éstos trabajan con grupos criminales, como los “Zetas”, quienes infunden temor en los territorios por donde atraviesan los migrantes.
El periodista Oscar Martínez del diario digital El Faro, en El Salvador, revela que aunque los “Zetas” son conocidos internacionalmente como un cartel del narcotráfico, desde hace algún tiempo diversificaron sus actividades y ahora lucran de los indocumentados, a quienes secuestran para pedir rescate a los parientes de sus victimas.
Según una investigación realizada por Marco Antonio Rodríguez Martínez difundida en Internet, bajo la monografía “El poder de los “Zetas”, sus integrantes son principalmente ex militares mexicanos de alta capacidad en el manejo de armamento, quienes decidieron vender sus servicios, en busca de mejores ingresos, al Grupo del Cartel del Golfo.
Como ex militares fueron entrenados por soldados extranjeros en logística, artes marciales, seguridad, asalto y toma de edificios. No suelen ser delincuentes que surgieron de las calles.
El documental dirigido por Marcela Zamora y el diario digital El Faro de El Salvador, cuyo director es Carlos Dada, presenta testimonios de algunos migrantes que han logrado salvar sus vidas. Cuentan que en territorio mexicano los maquinistas de una línea de trenes de carga, que va de ciudad Juárez al Norte, detienen los vagones, sin justificación alguna. Esto permite que hombres armados secuestren a los indocumentados.
Una viajera se refiere a la forma como se organizan. Asegura que unos secuestran, otros cuidan a los secuestrados y luego están los llamados carniceros. Estos últimos se encargan de quitarle la vida a los que no pagan por su libertad. Los rescates oscilan en cuantiosas sumas que van de 2 mil a 5 mil dólares. El que no cumpla es descuartizado e incinerado.
El padre Pantoja es otro testigo del documental. Su voz no se reduce al silencio, aunque son constantes las amenazas de muerte que recibe. Calcula que en 6 meses los secuestrados suman hasta 9 mil. Estima en 25 millones de dólares las ganancias que obtiene el crimen organizado por los secuestrados durante ese período.
Seres humanos están desapareciendo, sin que nadie haga nada. Es un gran negocio a costa de la vida de migrantes centroamericanos, en el que incluso también transitan panameños.
Los colegas de El Faro digital, dedicaron un año y medio a este trabajo, ingresando en las entrañas del mal. Han querido denunciar un problema que resulta ser más grave de lo que parece. Este artículo es un pequeño intento por resaltar el trabajo humano de estos valientes salvadoreños, héroes anónimos de una verdad que muchos pretenden ocultar.