Hay preocupación en Panamá sobre las normas que regirán los comicios electorales del 2014.
La mayoría de diputados le han impreso cambios al proyecto de ley 292 de las Reformas Electorales. Representantes de diversos sectores, miembros de la Comisión Nacional de Reformas Electorales, calificaron el acto como un retroceso a la democracia electoral del país.
Uno de los textos alterados es el concerniente a los debates presidenciales televisados. Mientras la Comisión propuso dos debates con rigor obligatorio, los diputados abogan por la vía optativa y plantean un cuestionario previamente elaborado.
Qué implicaciones tienen los debates y por qué algunos políticos prefieren evadirlos?
Debatir proviene de la voz latina debattuere, que significa discutir o disputar, que también implica entrar en controversia.
El debate presidencial televisado confronta a los candidatos y les permite defender sus propuestas. Triunfa el que mejor sustenta sus argumentos y quien sabe objetar las propuestas de sus oponentes.
Los debates televisados ayudan a descubrir rasgos de la personalidad de los candidatos que son imposibles detectar en la propaganda política y en los discursos de la campaña electoral.
En la propaganda política, los eslóganes son estructurados con mensajes dirigidos a convencer y manipular a las masas, usualmente portadores de cápsulas desinformativas y en los discursos, no sobran los que apelan a las emociones y la elocuencia pre elaborada.
En las vísperas de las últimas elecciones generales, marzo del 2009, el hoy Presidente de la República, asistió al primer debate televisado junto a su oponente, la perredista Balbina Herrera. El finado expresidente Guillermo Endara, eludió el compromiso. Hay quienes calificaron la presentación de Herrera como mejor que la de Martinelli, tanto en el manejo de los temas como en sus respuestas. Posteriormente, Ricardo Martinelli evitó asistir a un segundo encuentro.
Contrario a la calificación de su adversaria política, hubo quienes evaluaron el desempeño del actual mandatario como deficiente. Escuchar sus exposiciones orales en la actualidad, no dista mucho de lo ocurrido en aquel debate.
Han transcurrido casi 52 años del primer debate televisado de la historia. El 26 de septiembre de 1960, se enfrentaron John F. Kennedy y Richard Nixon. El debate fue organizado por las cadenas CBS, ABC y NBC. Menos de dos meses después, el 8 de noviembre de 1960, se llevaron a cabo los comicios. Según la revista Time, la controversia fue sintonizada por unos 74 millones de televidentes. Kennedy, con solo 43 años, se convirtió en el presidente más joven de los Estados Unidos.
Pese a sus buenos ejemplos, Estados Unidos consigna antecedentes funestos sobre la forma como viene manipulando algunos debates desde fines de los años ochenta.
Según Democracy Now, programa diario producido en Nueva York y presentado por la periodista Amy Goodman con alcance en todo Estados Unidos y en diversas regiones del planeta, desde 1986, Republicanos y Demócratas ratificaron un acuerdo para controlar los debates presidenciales televisados.
En 1987, una empresa privada conocida como Comisión de Debates Presidenciales, por sus siglas en inglés (CPD), creada por ambos partidos, patrocina los debates y tramita los contratos que además de ser secretos, le garantizaba a los candidatos la ausencia de críticas y preguntas comprometedoras durante el debate.
Este medio revela que durante la campaña presidencial del 2008, las candidaturas de Barack Obama y John S. McCain negociaron un contrato secreto con los términos de los debates durante la campaña presidencial.
El acuerdo incluía aspectos como quiénes asistirían a las discusiones, qué temas deberían tratarse y la estructura del formato de cada debate.
Aunque en Panamá los diputados no nos proponen contratos secretos, sí pretenden impedir que los candidatos tengan que participar de los debates y además buscan evitar que éstos sean sorprendidos con preguntas indeseables.
Los debates televisados deben constituirse en la primera prueba de escrutinio de quien aspira a convertirse en Presidente de la República. Todos debemos exigir que cumplan con ello, sin condiciones favorables para nadie. Señores diputados; ¿A qué le temen? ¿Qué secretos pretenden introducir en los debates presidenciales?