miércoles, 11 de junio de 2014

Reflexiones en medio del Mundial


Recostado en la cama, pienso lejos. Preocupado también por cuestiones que debo resolver, cavilo  sobre qué escribir. Consciente de ello, miro escenarios locales y foráneos que me inspiren redactar sobre sus crudezas y verdades. Observo afuera, en lo que todos piensan, la Copa Mundial, que inicia mañana jueves. Miles ya han debido arribar al Sur para estar en Brasil. El flujo total lo estiman en más de seiscientas mil visitas. 

Doce ciudades serán escenario del gran evento, con interesantes variantes, como el enorme tráfico digital y las tecnologías que se pondrán en marcha. Una de ellas permitirá a los árbitros, en menos de 1 segundo, tener seguridad del ingreso de un gol. El balón cruza la línea y el sistema manda una señal al receptor del réferi -su reloj-, que emite una vibración y en la pequeña pantalla, la palabra gol.  

Pero no todo es tecnología y nuevos estadios habilitados para celebrar la fiesta deportiva. La danza de millones contrasta con brasileros ávidos de respuestas por sus necesidades. En 300 por ciento se triplicó la inversión total del gobierno, según las condiciones que le impone la FIFA a los países que sueñan con ser sede del Mundial. La estimación estuvo en 3 mil millones, pero el gasto real se elevó a más de 11 mil. A propósito, encuestas revelan que la mayoría de la población hoy se arrepiente de la citada aspiración.  

La banca estatal invirtió de los dineros del país, mientras el sector privado edificó los colosales proyectos. Retrasar la entrega les ayudó a elevar sus costos y saciar la sed de dinero. Ello hace pensar en lo ocurrido acá, con las grandes obras de: “cinco más que en cincuenta” y las escandalosas adendas que pasan inadvertidas ante el cinismo de un gobierno que ya le quedan pocos días.  

Por segundos resisto la tentación de abordar el entorno istmeño y prosigo con la región Andina. La prostitución infantil, que no excluye a varones, victimiza a niñas de 9 a 14 años. Es otra cara oscura del torneo mundial. Son pequeñas y pequeños que los proxenetas prostituyen en tiempo normal. En estos días cientos o miles de enfermos e inescrupulosos, seguramente se unirán sexualmente con ellas y ellos, lo cual hará de la ilícita actividad una oferta que active el verbo engrosar.

En el entorno político, la traición no se oculta. La presidenta progresista, Dilma Rousseff, suscribió la conocida “Ley FIFA”. El acuerdo permite a patrocinadores gozar de una prolongada tregua de 12 meses en el pago de tributos. Vaya negocio!. Mientras el gobierno gasta más de 11 mil millones, estos privilegiados no pagan un centavo en impuestos. Y para agrietar la desigualdad, frente a las narices de las favelas y los barrios marginados, los estadios impiden la venta y los negocios de los nacionales.  

El convenio deja libre el paso a poderosos patrocinadores como Mc Donald’s, Budweiser, Coca Cola y otros.  Más de 250 mil personas fueron desalojadas de sus viviendas para dar paso a la edificación de estadios, carreteras y aeropuertos. Otros han sido expulsados sin recibir indemnizaciones justas del gobierno, solo porque la FIFA exige lugares que no sean manchados por la imagen desoladora que transmite la pobreza. 

Quienes mañana cumplen un año de estar en las calles, no se oponen a la Copa Mundial, pero sí al despilfarro frente a la marginalidad y al evidente atraco y ruidoso negociado.

Con el circo, Roma entretenía a la clase plebeya. El drama era asesinar esclavos y gladiadores para divertirles. La fórmula de los tiranos, "Pan y Circo". Hoy los  demócratas emulan el pasado. El Mundial y sus emisiones entronizan el momento adecuado para distraer a la gente de los problemas reales. 

Acá los exacerbados incrementos en los costos de la comida; las necesidades básicas y los grandes negociados y escándalos de presunta corrupción, nacional e internacional, que deja la presente administración, no solo encuentran en la copa de fútbol la excusa perfecta para despistar a la gente, también confirman que somos una sociedad que consume por impulso y reacción colectiva. 

Disfrutar el torneo no es pecado, pero sí lo es silenciar el abuso y el engaño de grandes y poderosos que hacen de este deporte un gran negocio por encima de los que menos tienen.